sábado, 7 de junio de 2008

Una bomba por casualidad


- Es necesario llegar como sea antes de la una a la comisaría de policía de San Bernardo - dijo el profesor Suárez a Federico, su alumno más destacado de la licenciatura de Criminología de la Universidad de Sevilla, al entrar éste a su despacho.
- Cuente conmigo, pero ¿qué pasa exactamente?
- Mire Federico, investigando en otro asunto, he interceptado casualmente una conversación entre los miembros de una peligrosa banda de terroristas. En ella, queda patente que van a atentar hoy contra esa comisaría. Han dejado un macuto con explosivos y un detonador dentro, en algún lugar de su aparcamiento que estallará a la una en punto. He llamado por teléfono a la policía, pero me temo que no van a hacerme caso.
- Vayamos rápidamente, tengo la moto aparcada en la entrada de la facultad.
Salieron del despacho, el profesor cerró la puerta del mismo y echaron a correr escaleras abajo para llegar lo más rápidamente posible. Ya en la puerta, Federico quitó la cadena de seguridad de la moto e invitó al profesor Daniel Suárez a sentarse detrás de él en el vehículo.
- No se preocupe, agarrase bien a mi, estaremos en la puerta de la comisaría en cinco minutos - comentó el alumno, queriendo dar algo de serenidad a la situación.
Eran las doce y cinco del mediodía, y sólo quedaban 55 minutos para que pudiera producirse una masacre en un lugar muy transitado a esa hora. La moto voló literalmente por las calles, salvando coches, bicicletas, peatones y un buen puñado de semáforos y, tal y como había dicho el chaval, estaban en la comisaría, y no eran aun las doce y diez. Abandonaron la moto en la entrada y, sin mediar palabra, emprendieron una veloz carrera hacia el parking.
- ¡Deténgase! - gritó el policía situado en la puerta del aparcamiento a Federico, al verlo corriendo con la intención de pasar hacia dentro.
El chaval se paró en seco y, en esos momentos, llegó también a la puerta su profesor que, una vez recuperado el aliento, le explicó la situación límite en la que podían encontrarse.
- No se preocupen, nosotros controlaremos el asunto, les pido que se mantengan al margen para que podamos hacer nuestro trabajo - les indicó con autoridad el policía.
En ese momento, con aplomo y rapidez, el agente cogió su transmisor para comunicarse con sus compañeros:
- Mi teniente, hay que acordonar la zona y rastrear el parking por un posible aviso de bomba. Dos personas acaban de llegar con la posible información.
- De acuerdo Medina, el operativo de emergencia está en marcha, en dos minutos estará operativo- le indicó el superior por el walkie, controlando la situación.
Así fue, rápidamente llegaron al lugar unos 15 ó 20 policías y comenzaron a rastrear entre los coches, dentro de los mismos y en cada rincón del lugar. Unos cinco minutos después, aparecía un vehículo con el logotipo de "Unidad de desactivación de explosivos de la Policía Nacional", de donde se bajaron cuatro especialistas.
- ¡Profesor, no podemos quedarnos quietos, el tiempo avanza y no encuentran nada! - comentó el alumno a Daniel, viendo como las manecillas del reloj acababan de traspasar las doce y media del mediodía.
Suárez, con cierta inquietud, pero sabiendo de la profesionalidad de los cuerpos de seguridad del Estado, ni siquiera respondió a su alumno, manteniendo la calma que sólo la experiencia de sus años le daban. Sin embargo, y de forma casual, el viejo docente se percató de algo, y se lo hizo saber a un policía, que parecía ser uno de los que se encontraba al frente de la operación, indicándole:
- Comisario, en la garita de control hay un macuto que asoma en el armario, ¿se han percatado de ello?
Sin mediar palabra, éste se acercó al lugar que le había referido Suárez y sacó, con sumo cuidado, el macuto del armario. Saliendo con él de la garita, se acercó hacia el coche de los especialistas en explosivos.
- Ya nos hacemos cargo nosotros - comentó con serenidad uno de ellos, que se encontraba justo al lado del vehículo.
Éste entró en la unidad, cerró la puerta, y al cabo de unos tres interminables minutos, volvió a salir, diciendo en voz alta:
- Todo ha concluido, la bomba está desactivada.
Toda la tensión desapareció en ese mismo instante. Eran las 12 horas y 53 minutos, habían estado a siete minutos de que una tragedia pudiera haberse producido. En ese mismo instante, el teniente se acercó al profesor y al alumno, y les dijo:
- Muchas gracias por su colaboración, estamos orgullosos de ciudadanos como ustedes.
- De nada, a sido un placer colaborar con ustedes - dijo Suárez.
Daniel y Federico habían conseguido parar una catástrofe casi sin querer, es ese momento se habían combertido casi en unos héroes, pero...que hubiese pasado de no haber estado ellos?

1 comentario:

Blanca dijo...

Has creado los personajes perfectos para la foto, haciéndolos verosímiles en su existencia alternativa a la de la película. Estupéndamente resultos ese reto, la trama y la escritura.